No pienses en María Corina

@PedroDeMendonca


“Yo quiero ver si María Corina va a dar la vida por ti cuando te metan los ganchos, así como tú la das por ella”. Emilio me lo dijo así, literalmente, frente a un puñado de espectadores. Terminábamos una actividad política en Calabozo, donde el Guárico se represa, y nos quedamos conversando en el patio de su casa de techo de asbesto. Los árboles estaban muertos, como siempre pasa en la sequía llanera. Se quedó callado a mi respuesta; pues le dije la verdad de mi conciencia y de mi corazón: yo no estoy en Venezuela por María Corina, aunque tenga una función en el gran partido que ella lidera. Yo estoy en Venezuela por mí; por mi familia y también por Emilio, aunque él quiera que yo transpire sus mismas incertezas.

La lucha que nuestra generación da no es por María Corina o por cualquier otra “personalidad”, como si de un combate de gallos se tratara. Esa lógica es del pasado remoto. Nuestra lucha de hoy es existencial porque la libramos por cada uno de nosotros, aún con nuestros miedos; porque la damos por nuestros hijos, a pesar de que muchos no los tengamos todavía y porque la encaramos también por los demás miembros de las próximas generaciones, con todo y que los Emilio nos digan que no vale la pena. Es una lucha harto compleja y, por ser así, esta se da y se gana librando, al menos, tres batallas.

La primera se da en el plano de la conciencia. Ahí la dignidad y la fuerza de voluntad son esenciales. Es una batalla que se libra individualmente, en la mente; la batalla del yo contra el yo, que lleva a actuar con coherencia en los entornos más privados. Se da, tomando decisiones que se saben correctas, pese a que al principio sus consecuencias puedan parecer pesadas. Es esa batalla que Lorena, en San Juan de Los Morros, me contó que ya dio: necesita comida para sus hijos, pero rechaza la caja Clap porque sabe que ese no es un beneficio, sino un perverso y humillante plan de dominación. Es la batalla que Jeannette y Rolando libran en Calabozo desde que el régimen les expropió sus tierras en 2008: siguen aquí, sin bajar la cabeza ante ataques y chantajes, luchando por la libertad para tener justicia.

Quien gana esa primera batalla, individualísima, pasa con honores a la segunda; que se libra en el plano político, aun sin militancia partidista. Es la que se gana, actuando con coherencia y coraje, ante los atropellos directos del sistema criminal. Es la que libran miles de profesores, como el calaboceño Richard, quien se mantiene en protesta permanente y desoyendo todo tipo de amenazas, no por un salario, sino por la desintegración del sistema de mafias; porque sabe que prosperidad solo hay en libertad. Es la misma de Daniel, en Valle de la Pascua, al negarse a pagarle a las mafias en petros unos impuestos municipales que la ley siempre ha ordenado pagar en bolívares; porque entiende que, para los malandros, cabeza bajada es cabeza entregada. Es la batalla de las amas de casa y los jóvenes, que trancan calles y avenidas en protesta por la vida indigna a la que el socialismo nos condenó a todos.

Quienes ganan esas dos duras batallas, en su casa y en la calle, deben estar listos para librar la siguiente, la decisiva. Es la que libraremos en la transformación de nuestro país una vez quebrado el Estado criminal. La que daremos juntos, asociados, y que ganaremos, entendiendo que cada ser humano, con sus sueños y proyectos, es una pieza clave para la transformación de nuestra sociedad. Es la batalla que libraremos, impidiendo que cualquier bichito se colee en la conducción de lo público a cualquier escala y haciendo que solo la gente honesta y preparada sea la que lidere. En los estados del “interior del país” encararemos esa batalla, entendiendo que somos nosotros los primeros dolientes de nuestras regiones, de nuestros municipios y que, por ende, la línea a seguir emanará de nosotros y no de un capataz en Caracas. Es una batalla que implica dejar atrás los miedos de abrirnos a la competencia y a los mercados globales y que nos llevará a buscar siempre que nuestros productos y nuestros servicios se lleven por los cachos a cualquiera que se haya inventado en cualquier otro lugar del planeta. Esa batalla la ganaremos, dejando de pedirle a un político una casa, unas divisas o un favorcito; y los políticos, solo dando oportunidades para que cada quien tenga según quiera.

De este calibre es la lucha de nuestra generación. Existencial como individuos, existencial como país.

No pienses en María Corina. Ella encabeza una organización cuyos valores son iguales a los que a muchos nos enseñaron en la casa y que representa lo que la mayoría quiere para su vida en Venezuela, pero esto no se trata solo de ella. Piensa en ti. En ti, que estás dando esta lucha contigo mismo, por tus hijos y por tu país. En ti, que te plantas ante las injusticias y los atropellos. En ti, que desde tus entrañas quieres que Venezuela sea libre y transformada desde la raíz.

No pienses en María Corina, ella sola no podrá con lo que tú, yo y la mayoría queremos: una Venezuela rica, a punta del trabajo de gente decidida y laboriosa, que por fin es intolerante al populismo, ejecuta proyectos rentables y es muy responsable de sus acciones. Piensa en ti, en lo que sueñas y mereces. Y entonces, ahí sí, busca a quienes piensan como tú y están trabajando por lo que tú anhelas.

Agrupémonos y trabajemos. Cobremos nuestras batallas.

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