SOBRE LA GOBERNABILIDAD DE UN SISTEMA SOCIAL

Gobernar un sistema social no es nada fácil. Y mucho menos cuando en nuestro continente no hay, ni siquiera, una sola escuela de gobernabilidad. Los latinos siempre hemos "adquirido" para nosotros teorías políticas hechas en otros contextos, que atienden a necesidades muy diferentes a las nuestras


Por: @PedroDeMendonca

En un texto intitulado Gobernabilidad de un Sistema Social, el ex ministro chileno Carlos Matus, propone una idea que, además de interesante, es muy necesaria: crear escuelas de y para gobernantes, porque “…no tenemos en América Latina una Escuela de Ciencias y Técnicas de Gobierno”… Seguro están esperando (los científicos políticos latinoamericanos) que los estadounidenses o los europeos la “traigan”.

Aunque lo insinúa, no dice claramente qué tipo de gobernantes debería crearse en esas academias. Pero sí es claro al preguntarse: “¿hemos comprendido que para modernizar al Estado se necesita primero modernizar a los modernizadores?”. Más que “modernizar” al Estado, es necesario adecuarlo y hacerlo socialmente pertinente.

Ciertamente, existe la necesidad, para muchos científicos políticos, de crear un ente, entiéndase Estado, que regule las relaciones sociales de manera diferente a como lo han propuesto las teorías democráticas, las liberales, las nacionalistas y las revolucionarias.

Sin ser tan pesimista como, por ejemplo, John Dunn en La Agonía del Pensamiento Político Occidental, sí es evidente que hay un desapego histórico de la realidad por parte de quienes crean y administran las políticas públicas (aunque las políticas públicas nacen del seno de un Congreso, todas las instituciones del Estado generan propuestas). América Latina es, aunque aberrante, un perfecto ejemplo de ello.

¿Cómo hacer que un sistema social, político y económico sea, realmente, gobernable, cuando quienes lo encabezan desconocen que “el sistema social no solo es mucho más complejo que los sistemas naturales, sino que tiene una complejidad creciente y de distinta naturaleza", como analiza el mismo Matus?

En su texto, el político chileno es tajante al reconocer que para regir un sistema social no basta solamente con encontrar leyes que rigen los procesos en los cuales estas se circunscriben. Es sine qua non tomar conciencia que lo social, como cualquier sistema, es un compendio de muchísimas realidades (subsistemas, según los teóricos de sistemas) y dinámicas, muy diferentes y distantes entre sí.

Cómo puede ser un sistema realmente gobernable cuando los gobernantes, por lo general, lo que hacen es aplicar políticas creadas en contextos diferentes, con otras realidades y necesidades. Una política pública que resulte exitosa en Suecia no tiene por qué serlo en Haití, por decir algo. Es obvio que no.

El programa Bolsa Familia, por ejemplo, implantado y aplaudido por muchos en Brasil, no tiene por qué, a juro, dar buenos resultados en Venezuela. Ambos países –como absolutamente todos- tienen particularidades. Eso ya ha sido abordado por infinidad de autores, como el argentino Oscar Oszlak, phD en Ciencias Políticas.

Si bien una política pública diseñada en un contexto, puede modificarse y adaptarse a otro, es fundamental que los científicos políticos y gobernantes tomen conciencia de lo aquí planteado. Un Estado no es ni debe ser pétreo, divorciado de la realidad social que rige.

Debe haber, por parte de quienes lo administran, la disponibilidad de, por ejemplo, ver al ciudadano como un excelente potencial para aportar ideas para el diseño de un (buen) proyecto de gobierno, que, como plantea el mismo Matus, es determinante para tener capacidad de gobierno y, por ende, la gobernabilidad del sistema.

No deben diseñarse estudios políticos para demostrar que quienes los hacen son eruditos, porque manejan a la perfección los preceptos de Hobbes, Maquiavelo (que responden a otras necesidades y realidades políticas, económicas y sociales), etc.

La gobernabilidad no viene dada por hacer que la “cosa” sea “llevable” para las clases dirigentes, sino porque sus ciudadanos (con todo lo espinoso del término) encuentren mejores condiciones para desarrollar sus proyectos y, en definitiva, para tener eso que hasta los médicos discuten, que es la “calidad de vida”.

En ese sentido, “gobernar es cada vez un problema más complejo…”, como acertadamente lo refiere Matus. Y lo es porque, como ya se dijo, un sistema social también es complejo. Es para eso que deben ser formados, sí, los gobernantes en nuestro continente.

Gobernar no es administrar las cosas, es resolver problemas. Y no existe, a priori, ninguna fórmula mágica para resolverlos: cada problema o situación debe ser analizado para ser solucionado. La cuestión no es aplicar un modelo preexistente a la realidad… De nuevo, sí, no es fácil gobernar.

Cómo hacer todo esto que aquí se plantea es el verdadero reto no solamente para los “líderes” o “gobernantes” latinoamericanos, sino para toda la (s) gente (s) que habita (n) este continente.

Así como deben crearse escuelas para gobernantes, los sistemas educativos deben ser reformados, de acuerdo a cada particularidad nacional, para que los estudiantes, además de aprehender conocimientos en determinadas áreas, tomen conciencia del rol que su existencia tiene para el entramado social en el que habitan… Porque la culpa o el apremio, según sea el caso, no debe ser (al menos, solamente) de la vaca o las vacas que gobiernan, sino también de la ciudadanía.

El “pueblo” ya no es (nunca lo fue, en realidad) esa “horda” sin sentido, esa masa abstracta manipulable en función de unos intereses políticos y económicos. El “pueblo”, la gente o, mejor dicho, el ciudadano, tiene, desde sus vivencias propias, idea sobre cómo solucionar problemas, es decir, sobre cómo gobernar. Es el momento de también formar al ciudadano en función de la gobernabilidad del sistema. Sin miedo. No es utopía.

"…Los procesos de la navegación que han reducido tantas distancias entre nuestras Américas y Europa parecen haber aumentado en cambio nuestra distancia cultural. ¿Por qué la originalidad que se nos admite sin reservas en la literatura se nos niega con toda clase de suspicacias en nuestras tentativas tan difíciles de cambio social? ¿Por qué pensar que la justicia social que los europeos de avanzada tratan de imponer en sus países no puede ser también un objetivo latinoamericano con métodos distintos en condiciones diferentes? No: la violencia y el dolor desmesurados de nuestra historia son el resultado de injusticias seculares y amarguras sin cuento, y no una confabulación urdida a tres mil leguas de nuestra casa. Pero muchos dirigentes y pensadores europeos lo han creído, con el infantilismo de los abuelos que olvidaron las locuras fructíferas de su juventud, como si no fuera posible otro destino que vivir a merced de los dos grandes dueños del mundo. Este es, amigos, el tamaño de nuestra soledad…".
(Fragmento de disertación del gran Gabriel García Márquez en Estocolmo, en 1982).

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