CUENTO CORTO: MAGDALENA



¡Pobre Magdalena! Ahí está sentada en su cama con el maquillaje, las vendas, el alcohol, el mercurio cromo, el agua oxigenada, el yodo y los infaltables algodones… Ya, después de haberse limpiado todas las heridas y maquillado todas sus contusiones, sale rumbo al trabajo, hecha un mar de lágrimas.

Llega a la parada del autobús, que está totalmente sola. Se aproxima a ella una señora, quien le pide la hora. Magdalena, en medio del llanto y el dolor de sus aporreos, se la da. La señora, como agradecimiento o quién sabe qué cosa, le da una cachetada y se va corriendo. Ahora, con un morado más, sigue esperando su autobús.

El bus viene en camino y Magda le saca la mano. El bus se detiene. Un señor que va bajando, la golpea en el pecho, ya que ella está atravesada y le impide la salida. La gente se ríe... Ya está llegando a la parada final y la pobre pisa, sin querer, a una chama, quien, por esto, no duda en zamparle un tremendo coñazo en la frente que, de vaina, la deja esquizofrénica. Magdalena sólo le dice: “Disculpa, chama”.

Ahora le está pagando al chofer, pues ya ha llegado a su destino. El señor le notifica: “Mira, vale, aquí faltan quinientos bolos”; ella solo lo ve con mirada de estúpida, como pidiéndole, suplicándole, que le meta su tunda. Este, sin pensarlo dos veces, le manda tremenda patada que la deja sentada en la acera de la parada… Después, una señora, de esas que barren la calle, está haciendo su trabajo y le pide que, por favor, se levante y le dé permiso. Esta, sin decir nada y llorando, ve a la barrendera, quien le vuelve a pedir permiso y, como no se lo da, le mete un escobazo, que la deja en el sitio.

Magdalena llega a su trabajo. Su jefe la llama y ella va hacia su oficina. El superior le pregunta por qué ha llegado diez minutos tarde. Cabizbaja, le contesta triste: “No sé, Doctor Sainz”. Él, acostumbrado a tratar mal a su personal, agarrándola por los cabellos, la arrastra por toda la empresa. Ella solo grita, grita… Luego, bañada en sangre, es autorizada para irse a su casa a descansar… Triste, muy triste, se va a su hogar a pasar todo el día; al fin y al cabo, ahí estará sola, aislada de todo ser humano.

En la noche llega Marcial, su esposo, muerto de hambre, ya que ha tenido una estresante jornada de trabajo. Va a la cocina a comer y no ve nada preparado. Se dirige al cuarto a preguntarle a Magdalena por qué no cocinó. Ella está durmiendo y la despierta para hacerle la pregunta. No contesta nada, solo lo mira. El hombre, enojado, le cae a correazos, sencillamente, porque él es bravísimo.

Terminada la tángana, Magdalena, limpiándose con una funda la sangre de la cara, se voltea y se dispone a dormir… Al día siguiente, Magda se levanta, se hace un desayuno, se baña, se viste y ahí está sentada en su cama con el maquillaje, las vendas, el alcohol, el mercurio cromo, el agua oxigenada, el yodo y los infaltables algodones… Ya, después de haberse limpiado todas sus contusiones sale rumbo al trabajo, hecha un mar de lágrimas.

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