REALITY PRESIDENCIAL, LA HERENCIA CONTINENTAL CHAVISTA


Algo muy característico de Chávez fue su omnipresencia en los medios. El formato de “Aló, Presidente”, su programa estrella, desde donde se hacía la política nacional, fue imitado por otros líderes continentales



Por: @PedroDeMendonca

El expresidente venezolano Hugo Chávez pasa a la historia como uno de los más mediáticos. Durante su mandato, regañaba a ministros, creaba instituciones, hacía anuncios…, en cadenas nacionales obligatorias de radio y televisión. Todo, con un aderezo folclórico, chistes, insultos, risas e infaltables promesas… Pudiera resumirse, así, el gobierno chavista de 14 años.

Pero, además, su programa dominical “Aló, Presidente” -transmitido, inicialmente, por la emisora Radio Nacional de Venezuela y después, hasta su final, por la televisora Venezolana de Televisión-, hicieron que todo un país y comunidad internacional, vieran, domingo a domingo, con mucha expectación, las controvertidas ocurrencias del carismático líder y los importantes anuncios oficiales.

Para algunos analistas, “Aló, Presidente” respondía al formato de “reality show presidencial”, porque, desde ese programa, el presidente mantenía contacto con la audiencia, mostrando una “hiperrealidad” televisiva” –no realidad, ni ficción-, donde sus acciones se basaban en divulgar detalles de su vida privada (diarreas, por ejemplo). Son esas, precisamente, las características que definen a los reality shows, según enciclopedias de televisión.

Y el estilo fue copiado sin más, en mayor o menor medida, por otros presidentes del continente, como Evo Morales (Bolivia), Rafael Correa (Ecuador), Daniel Ortega (Nicaragua) y los expresidentes Luiz Inácio Lula (Brasil), Michelle Bachelet (Brasil), Néstor Kirchner (Argentina), Tabaré Vásquez (Uruguay), Alan García (Perú), Martín Torrijos (Panamá), Oscar Arias (Costa Rica), Álvaro Uribe (Colombia)... Y su sucesor político, el presidente interino de Venezuela, Nicolás Maduro, también ya estrenó programa de televisión propio.

Pero, ¿cuáles son los objetivos de los “reality shows presidenciales”, imitados, inclusive, por otros mandatarios de la región? ¿Qué efectos o consecuencias sociales genera esta estrategia de comunicación?



Reality con objetivos claros

El contacto con el llamado “pueblo” o ciudadanía ha sido una de las premisas fundamentales de todo gobernante o aspirante a serlo, que se venda como demócrata. En las democracias latinoamericanas, los distintos presidentes se han valido del contacto, a través de los medios convencionales, para generar en la población la sensación de presencia. Es algo natural: en temporada de elecciones, todos los candidatos realizan campañas propagandísticas para tener presencia social y, obviamente, para ganar adeptos o electores.

Pero ya la cuestión no es hacer campaña solo en temporada de elecciones, sino estar siempre en campaña, así se esté ya en el poder. Y ese era uno de los principales objetivos de “Aló, Presidente”.

En su libro Los Telepresidentes: Cerca del pueblo, lejos de la democracia, el periodista y profesor universitario colombiano Omar Rincón explica que “un presidente debe seguir prometiendo leyes, acciones, cambios (a través de la eterna campaña). La promesa es efectiva en cuanto mantiene al televidente/elector (ya no al ciudadano) expectante y con esperanza”.

“Comenzó Aló Presidente, vamos a ver qué va a decir hoy nuestro presi”, dirían algunas fácilmente imaginarias amas de casa y algunos “acuciosos” padres de familia, en referencia al show de Hugo Chávez. Pero la cuestión no radicaba solamente en algo de suspenso y en la banalidad que adquirieron las alocuciones presidenciales, sino también en el hecho que implicaba mantener al ciudadano siempre “expectante”, como dice Rincón, ante la solución de los problemas.

Así, el señor Chávez no sólo era un showman, como lo describe Rincón en su libro, sino que se convirtió en una especie de encantador de serpientes: tomaba a cada rato medidas trascendentales, haciéndolas ver intrascendentes, en un clima de juego, de broma, de entretenimiento a su pueblo. Y, “mientras tanto”, las necesidades y las carencias del país seguían desatendidas o, en su defecto, tratadas con paños de agua tibia.

“La desmemoria, desde luego, es la aliada principal de la incuria y al amparo de aquella sobrevive esta. Y en el manejo de las expectativas o en el refrescamiento de las promesas o el reciclaje de los anuncios, el señor Chávez es un artista consumado”, refería en 2010 el periodista Luís Egaña, en su columna del semanario venezolano Quinto Día.


“La desmemoria, desde luego, es la aliada principal de la incuria y al amparo de aquella sobrevive esta. Y en el manejo de las expectativas o en el refrescamiento de las promesas o el reciclaje de los anuncios, el señor Chávez es un artista consumado”.

Para Chávez, parecía que el hecho no era gobernar, sino crear en el imaginario colectivo un proyecto de nación, “… un relato que oriente al espectador/ciudadano hacia la esperanza”, según Rincón en su libro. Y solo eso: esperanza, esperanza, esperanza.

El objetivo central de “Aló, Presidente” y de las alocuciones presidenciales, en general, eran poner al tanto a la población de las medidas tomadas por el ejecutivo, en el mismo momento en que se tomaban. La gente, al parecer, se comía el cuento de un presidente-mesías. Pero, hay que aceptarlo: ¿cómo no “comérselo”, si desde 1999 hasta 2010, Chávez había hecho un total de 1995 cadenas, que equivalen a un total de 55 días continuos? Y su "Aló..." sumó 1656 horas de transmisión, equivalentes a 69 días ininterrumpidos. Sumando, Hugo Chávez habló por radio y televisión durante 124 días seguidos. Y esto sin contar otros eventos, como conferencias internacionales, ruedas de prensa, ciertos mítines...

En otras partes del mundo, a cualquier persona le parecería impresionante esta cifra, pero la misma reformó hasta el sentido común del venezolano, quien estuvo siempre acompañado por radio y televisión de un presidente que le habla de todo, con una retórica perfecta. El objetivo del reality, por ende, se cumplía a cabalidad: estar presente en el consciente e inconsciente colectivos, identificando la figura del padre presidente con los símbolos más imbricados del sentir nacional. “Este es el hombre”, siguen diciendo muchísimos.

Haga lo que quiera, presidente

Todo lo que Chávez decía (desde los medios, claro está, ya que era desde ahí donde él hacía todo) era tomado como absoluta verdad por sus numerosos seguidores. Mientras, los que lo adversaban, después de haber manifestado su desacuerdo (desde los medios también) eran atropellados por un nuevo comentario o medida del mandatario, haciendo que la queja anterior queja caducara. Y así seguía la cosa.

A partir de esa idea, puede decirse que uno de los efectos fundamentales de la omnipresencia del presidente a través de los medios en la sociedad fue que esta se desinteresó aún más por tomar decisiones ante los problemas que, al fin y al cabo, a ella le atañen.

El gobierno ha reforzado en la sociedad su imagen de “mesías”, de solucionador de problemas y de asistencialismo absoluto hasta en la manera de pensar de los individuos. La teoría de la “aguja hipodérmica de los medios” puede ser ejemplificada, de manera relativa, en las relaciones medios públicos-Venezuela.

Por su parte, la política ha pasado a ser algo de fanáticos, de televidentes, de seguidores, más que de pensadores, luchadores y emprendedores. Al fin y al cabo, la figura del presidente fue altamente aceptada (no se sabe si de manera consciente o inconsciente) como la de la única persona capaz de gobernar en Venezuela y de resolver los problemas de todos los venezolanos.

Por su parte, la sensible función social del periodismo se vio duramente deteriorada por los mensajes del presidente Chávez. Pasó más de una década llena de ataques contra los medios, en los que el mandatario nacional vendió la imagen que los canales y las emisoras independientes a su gobierno y, en específico, los periodistas, representaban a la “canalla imperialista” y a los antagonistas de la causa patriótica de su revolución.

Hay que recordar que la función principal del periodismo es formar, de la manera más fiel posible, el presente social. Lamentablemente, esa función de la formación del día a día del venezolano ya no es tan valorada por la gente, sino que lo ven, así como a la misma política, como algo banal e innecesario.

Político que no tenga programa de televisión, no es serio ni comprometido. Esa pareciera ser otra de las consecuencias de fondo de la creación de proyectos comunicacionales del tipo de “Aló, Presidente”. Hacer política desde los medios, todos los días y a cualquier hora, dándole bastantes porciones de información estatal a la gente, ha cambiado la manera de tomar medidas.

Antes, las leyes o decretos eran conocidos al momento de su aprobación. Ahora, los medios han adquirido el papel de medidores –no de mediadores- sociales, a fin de pulsar la opinión pública. Varios temas son presentados a la colectividad por televisión, la gente solo lo discute, siente que hace democracia y listo: lo demás, “hágalo, presidente”.

Definitivamente, los venezolanos, chavistas u opositores, fueron agarrados por la aguja anestésica del aparato comunicacional del presidente Chávez y fue, precisamente, Aló Presidente, uno de los adormecedores que resultó más efectivo para dominar la opinión pública. Opinión pública, que perdió mucho criterio y sentido de responsabilidad y de seriedad. Opinión pública, que, como bandera de toda democracia, deterioró a esta y la volvió puro “pan y circo”. Mientras, para la gente el poder del presidente radicó solo en la apariencia del poder.

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