EL NEGOCIO SUBYUGA AL PERIODISMO RESPONSABLE


En códigos de ética de empresariales, la libertad de información se asocia a libertad de empresa. Los dueños de medios no cuidan el derecho a la información, mas sí el negocio. La “espectacularización” de la noticia vende, pero deforma el oficio

El periodista busca presentar de manera imparcial los hechos;  el publicista, que su producto sea bien visto y el dueño de medio, resguardar su negocio. En esa triada, se mueve la comunicación social
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La libertad de expresión es un derecho humano, es decir, un derecho de cualquier persona, sea cual sea su ideología, su color de piel, su sexo, etc., a comunicar libremente sus pensamientos y opiniones. En cambio, la libertad de prensa –relativa a los medios de comunicación social- es un derecho que abarca mucho más que lo humano, ya que alude a expresiones de mayor alcance que las de un ciudadano común. En ese sentido, la libertad de prensa está limitada por el interés social, ya que involucra a un colectivo.

Esto, en el caso venezolano, representa un problema para que un periodista ejerza su profesión de manera responsable, tal como lo ordena el Código de Ética del Periodista Venezolano. Este código del Colegio Nacional de Periodistas (CNP) busca enaltecer una profesión basada en la libertad de información: manejo imparcial, veraz, oportuno y honesto de los contenidos.

Por su parte, los Códigos de Ética de la Cámara Venezolana de la Televisión, de la Asociación Nacional de Anunciantes (ANDA) con la Federación Venezolana de Agencias de Publicidad (FEVAP) y de la Cámara Venezolana de la Industria de la Radiodifusión, protegen la libertad de prensa, no la libertad de información.

Para estos códigos de organizaciones empresariales, la libertad de prensa es sinónimo de libertad de empresa, tal como se repite en los principios generales de cada uno y en el Artículo 14 del de la Radio y en el 3 del de la Televisión, específicamente. En ambos, se le da valor de imprescindible a la publicidad para “la existencia de una radiodifusión libre e independiente”.

Antonio Castillo, en su estudio para la revista mexicana Razón y Palabra, titulado Los Medios de Comunicación como Actores Sociales y Políticos, expone que, precisamente, la dependencia de la publicidad por parte de los medios de comunicación, los ha llevado a tergiversar sus contenidos, para hacerlos complacientes a los anunciantes.

Si se busca en los tres códigos de ética empresariales, no va a encontrarse en ninguno de ellos la palabra “periodista”. Además, en los tres se mencionan unos y otros –hasta parece un pacto- y ni siquiera mencionan al Código de Ética del Periodista. Esto, sencillamente, porque el derecho a la información no es prioridad para estos grupos empresariales.

Aunque, si bien es cierto, que en algunos artículos de los Códigos de la Radio y de la Televisión, se menciona a la “información”, el grueso de los articulados hace mención al entretenimiento, que es, precisamente, lo que más vende. Y eso, además, ha llevado a que la noticia –actividad periodística, obvio- sea presentada como un show desde los medios, más que como un producto de necesidad social.

En definitiva, el periodista –de acuerdo al código del CNP- busca presentar de manera imparcial hechos de interés colectivo. Mientras tanto, el publicista –y el anunciante, claro- buscan presentar de la mejor manera los atributos de su producto. El dueño de medio, busca resguardar su negocio. En esa triada, se mueve la dinámica de los medios de comunicación social. Dinámica esta que, claro está, fragiliza a la libertad de información, no solamente del periodista (buscarla, elaborarla y divulgarla moralmente), sino también de la gente (a recibirla).

Muchas veces, por “espectacularizar” la noticia, esta se tergiversa. Y ni hablar de aquellos casos en los que, por criterios comerciales, se censura un tema en un medio. Y eso, muchas veces ocurre porque en esos “temas” se ve involucrado de manera negativa un gran anunciante, que es quien le da la plata al dueño del medio, al jefe supremo del periodista. Y ahí están los tres códigos empresariales: el pacto para resguardar solamente el negocio y el dinero.

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