ANTONITO: TENGO UN AMOR PLATÓNICO


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¿Acaso puede haber algo más complejo que eso que Shakespeare denominó como locura? Creo que, por ser demasiado racional y calculador, es que nunca he tenido éxito en esa locura que, ciertamente, es el amor…

El amor requiere improvisación, lanzarse al abismo sin pensarlo dos veces, así como Simão Botelho se echó al pique a Tadeu de Albuquerque por su amada Teresa… Pero yo no, no he podido. Siempre la maldita racionalidad y el vicioso orgullo me lo han impedido.

Por ejemplo, ahora tengo un amor platónico. Y no he decidido dar el paso de conquistarla, porque sé que es mejor así como estoy (o como estamos) ahora: ella allá, sin saber si quiera que gusto de ella y yo aquí, vuelto añicos por sus ojitos encantadores y su boca claramente viciosa.

Quiero besarla, hacerla mía, pero temo de mí, temo de la conquista, temo del amor. Siempre he pensado que a los hombres nos mueve más el deseo por la cosa, que la cosa en sí misma. Y, aunque las mujeres no son cosas, aplica para ellas (por deseadas) la misma regla.

Ella me gusta así, lejana. Y me gusto así, gustando de ella en el anonimato, volviéndome loco, viéndola caminar desde lo lejos o apreciando como tonto las fotos en su muro de Facebook, que, aunque recatadas, me infartan y me ponen el ansia a mil (a ninguna le doy "me gusta", porque, en realidad, no me gustan, me enloquecen).

Ella es preciosa, estoy seguro de que es la mujer de mi vida. Sé que, no solo esta buenísima y riquísima, sino que también será la única mujer que logrará sacar lo mejor que llevo dentro.

Nunca me ha gustado la playa, pero sé que a ella sí y, por eso, hasta surfearía y me broncearía de pie a cabeza. Sufro de bufonobia, pero por ella me comería cien mil sapos; al fin y al cabo, siento que he besado a millones de sapas (y otras anfibias) y es ella la princesa de mi historia, la Cleopatra de este Antonio.

Qué les cuento de sus ojitos. ¡Oh, por Dios! Son la cosa más bella que se haya creado nunca. "Verdes son los campos, de color del limón: así son los ojos de mi corazón" (Luis de Camões).

¿Y su sonrisa? ¡Me pone mingón!

¿Su cabello? ¡Jesucristo!

¿Su olor? ¡Me paraliza!

¿Su manera de caminar? ¡Me hipnotiza!

¿Su voz? ¡Me transfigura!

Pero aquí estoy, deseándola sin tenerla. Es una lucha conmigo mismo. Siempre he pasado de las que han mostrado interés por mí… Y sé que harán lo mismo cuando yo muestre interés por alguien… Y no quiero pasar eso con ella, porque me encanta y, desde lo más recóndito de mí, la amo y no quiero dejar de sentir esto que siento por ella, nunca.

Temo por aquello de “todo lo que se hace se paga”, por haberle roto el corazón a mujeres excepcionales, que sé que querían lo mejor conmigo, pero que yo, por imbécil, corrí de mi vida, porque así he sido, un idiota. Y solo por eso, por idiota, no por malintencionado.

Y no quiero pasar esto con ella... Siempre he considerado un acto de debilidad el confesar amor. ¡Y detesto a las mujeres débiles! Sin embargo, ¡esto que siento por ella no es debilidad, es amor real, puro y verdadero, como el de Romeo por Julieta!

¿Y si ella llegase a gustar de mí, a corresponderme, y dejase, como las demás, de gustarme? ¡No, no quiero eso! La quiero así: mía, siempre mía, así sea desde la soledad… ¡Oh, por Dios!

No quiero que esté con otro, ni quiero estar con otra. ¡Quiero que estemos los dos juntos y morir de viejitos y juntos, como los Amantes de Teruel o, no sé, como nosotros dos!

¡Pero no sabe que la amo y que fuimos hechos el uno para el otro, como Felipe El Hermoso y Juana La Loca!

Lo único que sabe de mí es mi nombre: Antonito.

Nota: Esta es la primera publicación de la serie Antonito.

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