Hitos, oportunidades y traiciones

Twitter: @PedroDeMendonca


Este 2019 los venezolanos arribamos a un nuevo hito en nuestra lucha por la libertad. Tenemos la esperanza de que esta vez, si las cosas se hacen bien, lograremos la tan ansiada libertad. Hoy se nos presenta una nueva oportunidad que no acepta y ni siquiera contempla una nueva traición, como las ha habido en los hitos anteriores. Y sobre esto, esta vez, debemos estar muy advertidos. Porque los hitos y las oportunidades que se nos han presentado en esta larga y dura lucha han tenido, todos, un ciclo similar:


1. Comienzan con la generación creciente de expectativas y el alimento de la esperanza popular.
2. Se le pide a la ciudadanía que dé un cheque en blanco a la dirigencia política con los argumentos de que “esta vez sí lo lograremos” y que no se puede avanzar si no se confía ciegamente.
3. Después, fuerzas oscuras del régimen, con la colaboración de fuerzas aún más oscuras que la ciudadanía supone son de oposición, operan para que la lucha sea entregada y se deje pasar la oportunidad de lograr el quiebre.
4. Así surge la cuarta fase del hito, la consecuencia: la desesperanza, la frustración y la rabia del ciudadano.

Cada hito ha acabado igual: la imagen de los tiranos arrebatándonos la victoria y golpeándonos la moral. Es la táctica cubana: hacernos creer que, hagamos lo que hagamos, nada valdrá la pena.

Elecciones presidenciales de 2013

Henrique Capriles en su campaña presidencial por la
Av. Bolívar, Caracas.
Foto: Noticiero Digital.
Fue lo que aconteció en el hito del 13 de abril de 2013, con las elecciones presidenciales de Henrique Capriles contra Nicolás Maduro. El robo de la elección por parte del segundo y el anuncio del primero de desconocer el resultado desataron la determinación ciudadana a dejar su pellejo en la calle para hacer cumplir la soberanía popular. El entonces y como nunca enérgico Capriles y su Mesa de la Unidad Democrática (MUD), que concentraba a las principales organizaciones y figuras políticas de la oposición, eran los depositarios del cheque en blanco: ellos dictaban toda la línea, tenían una fuerte conducción política. Pero el chaparrón vino: cinco días después del fraude electoral, Maduro se juramentó como presidente y la respuesta de la conducción política opositora fue: “Yo diría que mañana [el viernes 18 de abril de 2013] pongan música en su casa, con la familia. ¿Qué música ponen? Pongan salsa”, como lo dijo textualmente el mismo Capriles. Siete muertos y más de sesenta heridos por la violencia, provocada por la dictadura, fue el saldo que la gente aceptó asumir para liberar a Venezuela. Pero esa fue la respuesta de la dirección política, que aceptó, con esa invitación lamentable de Capriles, entregar ese momento histórico y dejar pasar esa oportunidad. Las protestas cesaron ipso facto, el mundo volteó para otro lado y el chavismo bailó en la cara de una ciudadanía burlada.

“La Salida”

Un nuevo hito se presentó en 2014, con el llamado corajudo a “La Salida” de Maduro, por parte de los líderes María Corina Machado, Antonio Ledezma y Leopoldo López. La ciudadanía, traicionada en el hito anterior, vio una nueva oportunidad para expresar su descontento y lograr, mediante protestas inéditas hasta entonces en cada rincón de Venezuela, la salida del dictador. La convocatoria oficial comenzó el 12 de febrero de ese año, en honor a los jóvenes venezolanos en su día; a ellos, principalmente, iba el llamado. El mundo volvió a mirar al país. Pero, a diferencia del hito de 2013, los convocantes a la calle esta vez no fueron portadores del cheque en blanco. El sector “opositor” que en 2013 entregó la victoria presidencial no respaldó estas protestas. Antes bien, desde diciembre de 2013 participaba en una agenda de “diálogo” con la dictadura con Capriles -el mismo que había dicho meses antes que le habían robado la elección- y Maduro como protagonistas. Capriles y otros dirigentes de su partido, Primero Justicia, criticaban abiertamente las protestas, catalogándolas de elitistas e innecesarias.


Ledezma, Machado y López en asamblea en Plaza Brion, Caracas.
Febrero de 2014.
Foto: Prensa María Corina.
El lamentable saldo de 43 asesinados y más de mil heridos (la mayoría, joven) a manos de grupos de represión del régimen, más de 3 mil detenidos y otros 3 mil más encarcelados dio cuenta de todo lo que la ciudadanía confió en el llamado. El 17 de febrero López fue apresado y el 19 de febrero de 2015 también lo fue Antonio Ledezma. María Corina, por su parte, fue desalojada a la fuerza y con bombas lacrimógenas el 1 de abril de ese mismo 2014 de la Asamblea Nacional. Todo esto enardecía aún más a la gente, dispuesta a seguir dando su vida por la libertad. Pero vino la nueva estocada: el 11 de abril de ese año, tras casi dos meses de protestas ininterrumpidas, Henrique Capriles, Henry Ramos Allup, Ramón Guillermo Aveledo y otros dirigentes de la todavía existente MUD protagonizaron un sonriente y fraternal encuentro con la dictadura en cadena nacional de radio y televisión. El objetivo de ese “diálogo” fue cumplido rápidamente y tuvo el mismo resultado del hito anterior: la ciudadanía se sintió traicionada al ver a políticos que consideraba sus aliados, “dialogando” y sonriendo, en lugar de confrontar a un régimen que había sido desafiado de forma valiente y decidida en las calles durante dos meses. La oportunidad se dejó pasar de nuevo, las heridas y las pérdidas eran incalculables.

Las parlamentarias de 2015 y las protestas y el plebiscito de 2017

MUD celebra triunfo en parlamentarias de 2015.
Foto: duna.cl.
Desde la entrega de 2014 pasó más de un año para volver a animar a la ciudadanía: el 6 de diciembre de 2015 el Consejo Nacional Electoral (CNE) anunció, de forma sorpresiva, que la mayoría calificada de la Asamblea Nacional pasaba a la oposición -la oposición de la MUD, valga la pena acotar: la misma que había entregado los hitos anteriores-. Antes de instalarse la nueva Asamblea, el chavismo, por supuesto, aprovechó para renovar, de forma truculenta, el Poder Judicial, con la pretensión de neutralizar al Legislativo electo recién. La nueva Asamblea Nacional tenía –y tiene, según el artículo 264 de la Constitución- la facultad de renovar a los magistrados del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ). Pero ese año, en lugar de hacerlo, acató una orden del TSJ ilegítimo -designado por la anterior Asamblea- de desincorporar a los diputados del estado Amazonas, por un supuesto fraude electoral en su elección. No fue hasta el 20 de julio de 2017 cuando designó a nuevos magistrados, que debieron salir todos al exilio y desde allí, todavía hasta hoy, hacen su trabajo. El país se pregunta por qué esta Asamblea Nacional no ha avanzado en la designación de los nuevos rectores del Consejo Nacional Electoral, para lo cual tiene toda la autoridad constitucional.

Una de las miles de protestas en Caracas en 2017.
Foto: OVCS.
Pero, a pesar de la actuación irregular de la Asamblea, la Sala Constitucional del ilegítimo TSJ pretendió disolverla con un anuncio del 30 de marzo de 2017, mediante el cual asumía todas las competencias legislativas con el argumento de que el parlamento estaba en desacato por haber incorporado en 2016 –como le correspondió hacer en 2015- a los diputados de Amazonas. Así emergió un nuevo hito, una nueva oportunidad en esta lucha: la del desconocimiento total de la dictadura como paso imprescindible para su quiebre. Las protestas no se hicieron esperar en todo el país, era la defensa a carta cabal de la ciudadanía a sus diputados. Aun en mayor proporción que las de 2014 –estas, ahora sí, con la convocatoria de todos los factores de oposición-, las protestas se hicieron sentir en zonas urbanas y rurales y sectores populares y residenciales. Según números del Observatorio Venezolano de Conflictividad Social (OVCS), se contabilizaron 6.729 protestas del 1 de abril (dos días después del anuncio del ilegítimo TSJ) al 31 de julio de ese año. Esto sin contar las protestas realizadas alrededor del mundo. La presión logró que el ilegítimo TSJ se retractase.


Preguntas del plebiscito.
Imagen: Inmigrantes en Madrid.
La esperanza llegó a su cénit con el plebiscito convocado por toda la MUD -que aún recogía a los principales dirigentes y organizaciones de oposición- para el 16 de julio de ese año. Más de 7 millones de venezolanos salimos a las calles en todo el planeta a un proceso pacífico y democrático, que admiró a la comunidad internacional. En el evento, amparados en el artículo 70 constitucional, los venezolanos expresamos nuestra voz: desconocimos de antemano a la Asamblea Nacional Constituyente que sería instalada por la dictadura 15 días después, emplazamos a la Fuerza Armada Nacional a ponerse del lado del pueblo y ordenamos a nuestra Asamblea Nacional a ponerse al día con su tarea atrasada de renovar los poderes públicos y sentar las bases de un gobierno de Transición. Pero, nuevamente, las fuerzas oscuras operaron y así el 2 de agosto de ese año Henry Ramos Allup anunció al país que su partido, Acción Democrática, participaría en las elecciones regionales convocadas por la recién instalada Constituyente, que ya los venezolanos habíamos desconocido en el plebiscito. Este anuncio, que fue respaldado después por los demás partidos de la MUD, fue otro tobo de agua fría para la población, que había terminado de ver morir en las protestas de ese año a 163 conciudadanos, según datos del mismo OVCS. Una nueva traición. María Corina Machado, de Vente Venezuela, respondió enseguida con un anuncio que demostró a los venezolanos que no todo estaba perdido: ella y su partido abandonaban la MUD, ya que la línea asumida por esa coalición era contraria al mandato del 16 de julio. Fue así como surgió la alianza Soy Venezuela, que reúne aún hoy a partidos y ciudadanos comprometidos con el quiebre de la dictadura y la reinstauración de la república. En esas elecciones regionales convocadas por la Constituyente ilegítima, a Acción Democrática le dieron cuatro gobernaciones. Fue una cachetada a los venezolanos la foto de los cuatro adecos “electos” bajando su cabeza en reverencia, literalmente, ante los directivos de la ilegítima Asamblea Nacional Constituyente. Este ente volvió a convocar comicios, todos controlados por el también ilegítimo CNE: los de alcaldes, el 10 de diciembre de 2017; los de presidente, el 20 de mayo de 2018 y los de concejales, el 6 de diciembre de 2018. A todos ellos asistió un sector político minoritario de “oposición”.

Ahora

Y así llegamos a este histórico 2019. El 5 de enero, como ordena el artículo 219 constitucional, se renovaron la directiva y la secretaría de la Asamblea Nacional para el periodo legislativo 2019. Juan Guaidó, del partido Voluntad Popular, fue electo como presidente del parlamento, a sabiendas de la responsabilidad que debía asumir el 10 de enero, según el artículo 233 de la Constitución: ante la falta absoluta de Presidente electo antes de iniciar mandato (las “elecciones” presidenciales del 20 de mayo de 2018 fueron desconocidas por la Asamblea Nacional, el Tribunal Supremo de Justicia en el exilio y por la comunidad internacional), el presidente del Legislativo debe ocupar la presidencia y convocar a elecciones presidenciales en un lapso de 30 días. Era la oportunidad redonda para comenzar una Transición constitucional y con el absoluto apoyo de los venezolanos y el mundo. Ese 10 de enero la Asamblea Nacional no sesionó, pero en unas declaraciones emitidas por Guaidó el 11 de enero, este asumía –no de forma expresa- las competencias ejecutivas y convocó a la ciudadanía a la calle al próximo 23 de enero, fecha que recuerda la caída de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, en 1958.


Juan Guaidó en cabildo abierto, enero de 2019.
Foto: Infobae.
Estamos así ante una nueva generación de expectativa; esta vez, altísima. Y se vuelve a sugerir que demos un nuevo cheque en blanco a quien ahora está a la cabeza de este hito. Pero, ¿por qué se convoca a la calle el 23 de enero y no se convocó el 10 de enero, que es la fecha que establece nuestra Constitución? ¿Por qué, pese al expreso apoyo de los venezolanos y el mundo, Guaidó no ha dado el paso? ¿Por qué Guaidó no reconoce al TSJ en el exilio, electo por esa misma Asamblea y que sí lo reconoce a él como presidente interino? ¿Por qué la mayoría de la Asamblea Nacional acordó este martes 15 de enero asumir, de forma colegiada, la presidencia de la república, cuando ese es un cargo unipersonal? ¿Se está pretendiendo acaso dejar un espacio en blanco, cometer errores voluntarios, para ejecutar una nueva traición de la esperanza popular?

Ya sabemos los sistemáticos errores, los que se han cometido en cada hito y por los mismos actores. Juan Guaidó es el presidente encargado de Venezuela y como tal lo apoyamos de forma irrestricta. Fue el compromiso asumido y lo que el país espera en cada rincón en esta hora crucial. Hemos dejado tanto en esta lucha y no aceptaremos un nuevo error, una nueva traición. Todo este tiempo, lejos de preparar cabildos abiertos, que solo expresan lo que ya se sabe, ha debido aprovecharse para realizar actos de gobierno. Guaidó ha debido designar ministros, embajadores; avanzar en las negociaciones y conversaciones que aumenten la presión a la tiranía y generen confianza en, entre otros, la Fuerza Armada Nacional a la que él le ha pedido apoyo de forma expresa para asumir su función. Como lo dijo el connotado Enrique Aristiguieta Gramcko en una carta pública enviada a Guaidó este 17 de enero: “¿Es válido pedirle a un oficial que arriesgue su carrera y su vida para respaldarlo, si usted no está dispuesto a juramentarse?”. Y: ¿es válido pedirle a la gente que arriesgue de nuevo su vida en la calle si él no está dispuesto a asumir su responsabilidad? Nada fácil responsabilidad, claro, pero ya fue asumida.

Es el momento de la valentía, de asumir sacrificios. Estamos todos dispuestos a asumirlos. Pero todos, no únicamente los que siempre pierden en la calle: los ciudadanos y los políticos que decidimos asumir posiciones frontales.

Avanzar y vencer es nuestra tarea. Y, de no asumir su responsabilidad, nos corresponderá hacerlo con o sin la Asamblea Nacional y su dirigencia. La historia nos observa. Esta nueva oportunidad no acepta una nueva traición, ni más tiempo que perder.

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