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Twitter: @PedroDeMendonca |
Este 2019 los venezolanos arribamos a un nuevo hito en nuestra lucha por la libertad. Tenemos la esperanza de que esta vez, si las cosas se hacen bien, lograremos la tan ansiada libertad. Hoy se nos presenta una nueva oportunidad que no acepta y ni siquiera contempla una nueva traición, como las ha habido en los hitos anteriores. Y sobre esto, esta vez, debemos estar muy advertidos. Porque los hitos y las oportunidades que se nos han presentado en esta larga y dura lucha han tenido, todos, un ciclo similar:
1. Comienzan
con la generación creciente de expectativas y el alimento de la esperanza
popular.
2. Se
le pide a la ciudadanía que dé un cheque en blanco a la dirigencia política con
los argumentos de que “esta vez sí lo lograremos” y que no se puede avanzar si
no se confía ciegamente.
3. Después,
fuerzas oscuras del régimen, con la colaboración de fuerzas aún más oscuras que
la ciudadanía supone son de oposición, operan para que la lucha sea entregada y
se deje pasar la oportunidad de lograr el quiebre.
4. Así
surge la cuarta fase del hito, la consecuencia: la desesperanza, la frustración
y la rabia del ciudadano.
Cada
hito ha acabado igual: la imagen de los tiranos arrebatándonos la victoria y
golpeándonos la moral. Es la táctica cubana: hacernos creer que, hagamos lo que
hagamos, nada valdrá la pena.
Elecciones
presidenciales de 2013
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Henrique Capriles en su campaña presidencial por la Av. Bolívar, Caracas. Foto: Noticiero Digital. |
“La Salida”
Un
nuevo hito se presentó en 2014, con el llamado corajudo a “La Salida” de
Maduro, por parte de los líderes María Corina Machado, Antonio Ledezma y
Leopoldo López. La ciudadanía, traicionada en el hito anterior, vio una nueva
oportunidad para expresar su descontento y lograr, mediante protestas inéditas
hasta entonces en cada rincón de Venezuela, la salida del dictador. La
convocatoria oficial comenzó el 12 de febrero de ese año, en honor a los
jóvenes venezolanos en su día; a ellos, principalmente, iba el llamado. El
mundo volvió a mirar al país. Pero, a diferencia del hito de 2013, los
convocantes a la calle esta vez no fueron portadores del cheque en blanco. El
sector “opositor” que en 2013 entregó la victoria presidencial no respaldó
estas protestas. Antes bien, desde diciembre de 2013 participaba en una agenda
de “diálogo” con la dictadura con Capriles -el mismo que había dicho meses
antes que le habían robado la elección- y Maduro como protagonistas. Capriles y
otros dirigentes de su partido, Primero Justicia, criticaban abiertamente las
protestas, catalogándolas de elitistas e innecesarias.
El lamentable saldo de
43 asesinados y más de mil heridos (la mayoría, joven) a manos de grupos de
represión del régimen, más de 3 mil detenidos y otros 3 mil más encarcelados
dio cuenta de todo lo que la ciudadanía confió en el llamado. El 17 de febrero
López fue apresado y el 19 de febrero de 2015 también lo fue Antonio Ledezma.
María Corina, por su parte, fue desalojada a la fuerza y con bombas
lacrimógenas el 1 de abril de ese mismo 2014 de la Asamblea Nacional. Todo esto
enardecía aún más a la gente, dispuesta a seguir dando su vida por la libertad.
Pero vino la nueva estocada: el 11 de abril de ese año, tras casi dos meses de
protestas ininterrumpidas, Henrique Capriles, Henry Ramos Allup, Ramón
Guillermo Aveledo y otros dirigentes de la todavía existente MUD protagonizaron
un sonriente y fraternal encuentro con la dictadura en cadena nacional de radio
y televisión. El objetivo de ese “diálogo” fue cumplido rápidamente y tuvo el
mismo resultado del hito anterior: la ciudadanía se sintió traicionada al ver a
políticos que consideraba sus aliados, “dialogando” y sonriendo, en lugar de
confrontar a un régimen que había sido desafiado de forma valiente y decidida
en las calles durante dos meses. La oportunidad se dejó pasar de nuevo, las
heridas y las pérdidas eran incalculables.
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Ledezma, Machado y López en asamblea en Plaza Brion, Caracas. Febrero de 2014. Foto: Prensa María Corina. |
Las parlamentarias de
2015 y las protestas y el plebiscito de 2017
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MUD celebra triunfo en parlamentarias de 2015. Foto: duna.cl. |
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Una de las miles de protestas en Caracas en 2017. Foto: OVCS. |
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Preguntas del plebiscito. Imagen: Inmigrantes en Madrid. |
Ahora
Y
así llegamos a este histórico 2019. El 5 de enero, como ordena el artículo 219
constitucional, se renovaron la directiva y la secretaría de la Asamblea
Nacional para el periodo legislativo 2019. Juan Guaidó, del partido Voluntad
Popular, fue electo como presidente del parlamento, a sabiendas de la responsabilidad
que debía asumir el 10 de enero, según el artículo 233 de la Constitución: ante
la falta absoluta de Presidente electo antes de iniciar mandato (las
“elecciones” presidenciales del 20 de mayo de 2018 fueron desconocidas por la
Asamblea Nacional, el Tribunal Supremo de Justicia en el exilio y por la
comunidad internacional), el presidente del Legislativo debe ocupar la
presidencia y convocar a elecciones presidenciales en un lapso de 30 días. Era
la oportunidad redonda para comenzar una Transición constitucional y con el
absoluto apoyo de los venezolanos y el mundo. Ese 10 de enero la Asamblea
Nacional no sesionó, pero en unas declaraciones emitidas por Guaidó el 11 de
enero, este asumía –no de forma expresa- las competencias ejecutivas y convocó
a la ciudadanía a la calle al próximo 23 de enero, fecha que recuerda la caída
de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, en 1958.
Estamos así ante una nueva
generación de expectativa; esta vez, altísima. Y se vuelve a sugerir que demos
un nuevo cheque en blanco a quien ahora está a la cabeza de este hito. Pero,
¿por qué se convoca a la calle el 23 de enero y no se convocó el 10 de enero,
que es la fecha que establece nuestra Constitución? ¿Por qué, pese al expreso
apoyo de los venezolanos y el mundo, Guaidó no ha dado el paso? ¿Por qué Guaidó
no reconoce al TSJ en el exilio, electo por esa misma Asamblea y que sí lo
reconoce a él como presidente interino? ¿Por qué la mayoría de la Asamblea
Nacional acordó este martes 15 de enero asumir, de forma colegiada, la
presidencia de la república, cuando ese es un cargo unipersonal? ¿Se está
pretendiendo acaso dejar un espacio en blanco, cometer errores voluntarios,
para ejecutar una nueva traición de la esperanza popular?
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Juan Guaidó en cabildo abierto, enero de 2019. Foto: Infobae. |
Ya
sabemos los sistemáticos errores, los que se han cometido en cada hito y por
los mismos actores. Juan Guaidó es el presidente encargado de Venezuela y como
tal lo apoyamos de forma irrestricta. Fue el compromiso asumido y lo que el
país espera en cada rincón en esta hora crucial. Hemos dejado tanto en esta
lucha y no aceptaremos un nuevo error, una nueva traición. Todo este tiempo,
lejos de preparar cabildos abiertos, que solo expresan lo que ya se sabe, ha
debido aprovecharse para realizar actos de gobierno. Guaidó ha debido designar
ministros, embajadores; avanzar en las negociaciones y conversaciones que
aumenten la presión a la tiranía y generen confianza en, entre otros, la Fuerza
Armada Nacional a la que él le ha pedido apoyo de forma expresa para asumir su
función. Como lo dijo el connotado Enrique Aristiguieta Gramcko en una carta
pública enviada a Guaidó este 17 de enero: “¿Es válido pedirle a un oficial que
arriesgue su carrera y su vida para respaldarlo, si usted no está dispuesto a
juramentarse?”. Y: ¿es válido pedirle a la gente que arriesgue de nuevo su vida
en la calle si él no está dispuesto a asumir su responsabilidad? Nada fácil
responsabilidad, claro, pero ya fue asumida.
Es
el momento de la valentía, de asumir sacrificios. Estamos todos dispuestos a
asumirlos. Pero todos, no únicamente los que siempre pierden en la calle: los
ciudadanos y los políticos que decidimos asumir posiciones frontales.
Avanzar
y vencer es nuestra tarea. Y, de no asumir su responsabilidad, nos
corresponderá hacerlo con o sin la Asamblea Nacional y su dirigencia. La
historia nos observa. Esta nueva oportunidad no acepta una nueva traición, ni
más tiempo que perder.
Totalmente de acuerdo
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