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El olor a bosta es exquisito. Es el olor místico del trabajo del campo, de la producción, del dinero bien ganado. La bosta, en el llano, es un ícono de prosperidad, de sostenibilidad y también de libertad; es el olor de una naturaleza que es recia y noble a la vez. El olor a bosta es una carta de presentación enorgullecedora del llano porque es el de la infinitud de nuestras bondades. Yo amo el olor a bosta y sé de mucha gente –incluso que no es llanera- que también; por supuesto, conozco a su vez a muchas personas que aman ejecutar el trabajo que lo produce. Somos los huele bosta. Pero, a lo largo de mi vida –y sobre todo en los últimos años-, me he percatado de que hay gente que odia ese olor y lo que él representa: el trabajo fajado, la naturaleza, el dinero. Gente que detesta el olor a bosta y que, sin embargo, ama su sabor. He entendido que el mundo siempre ha estado lleno de ellos y que, recientemente, han sido más notorios. Son los come bosta.
No entender esta naturaleza ambivalente de nuestra humanidad es lo que hace a muchos buenos desalentarse y rendirse, porque creen que es suficiente con ser bueno, honesto y decente y creen que los demás también lo son o tienen que serlo simplemente porque es lo correcto. Por eso se indignan y se paralizan cuando ven a la maldad en acción, dura y contundente. Esto pasa en cada rincón de Venezuela, país que se ha convertido –de manera muy lamentable- en un reino del mal, donde los come bosta están al mando, sin límites. Son los que trafican órganos y personas, los que torturan, los que se roban el dinero de la comida y de la medicina, los que aplauden las confiscaciones de tierras y fábricas, los que aman las colas infinitas. Comen felices su bosta y hasta dan su vida por vernos la cara empatucada con ella.
Persistamos. A los venezolanos de nuestra generación nos ha tocado ver y sufrir el mal de manera desmedida, pero estamos llamados –en cuanto humanidad que somos- a enfrentarlo y derrotarlo, no a rendirnos. Sí tenemos la fuerza, está en lo más profundo de nuestra conciencia y de nuestro corazón, la fuerza está en nuestra propia condición humana. Esa fuerza debemos imponerla, sin dudas ni miramientos. Nuestra lucha venezolana por la libertad es una escena especial de la humanidad: es la batalla de la corrupción contra la transparencia, de la prosperidad contra la pobreza, de la luz contra la oscuridad, de la muerte contra la vida, de la libertad contra el socialismo.
Ganaremos esta batalla y, ya sabiendo que el mal nunca descansa, construiremos un país con oportunidades, con conocimiento, con riqueza y, al mismo tiempo, con la mano dura para mantener aplacado al enemigo, que nunca descansará hasta volver. Ese enemigo acostumbró a mucha gente, por muchas décadas, a comer bosta. Quizás a muchos, acostumbrados a ese sabor, nuestros exquisitos caramelos les sepan horrible al inicio. Allí radicará, precisamente, la continuación de nuestra lucha desde el poder.
Este texto es sinceramente la esencia de lo que significa el constante trabajo para construir democracia, donde todos podamos vivir y convivir en medio de las diferencias que podamos tener el uno del otro, o de un grupo y otro. Lo importante es respetarse y tolerarse, de acuerdo a la carta política del país que nos legó el Gran Hombre Libertador. Francisco Torrealba.
ResponderBorrarEste texto es sinceramente la esencia de lo que significa el constante trabajo para construir democracia, donde todos podamos vivir y convivir en medio de las diferencias que podamos tener el uno del otro, o de un grupo y otro. Lo importante es respetarse y tolerarse, de acuerdo a la carta política del país que nos legó el Gran Hombre Libertador. Francisco Torrealba.
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