A ti, mi querida maestra

 

A ti, mi querida maestra:

Te debo mucho de mi vida y por eso hoy y siempre te acompaño. Fuiste fundamental en hacer que sea un ciudadano que entiende lo que lee y que saca cuentas, que tiene cultura general y que aporta a su entorno. Con tu guitarra para enseñar Castellano e Historia y con tu bejuco para poner límites, aprendí cuán importantes son la creatividad y el carácter para vivir. Me enseñaste entrega y pasión, cualidades que pondero mucho, porque dotan de sentido a la vida. Por eso, es mi deber luchar por tus derechos y por ti. De ti lo aprendí y claro que voy a la calle contigo.

Sin embargo, maestra querida, esta lucha –que es tan tuya como mía- no es porque te suban el sueldo ni porque te arreglen un contrato. Tus ingresos se volvieron sal y agua, tus condiciones de trabajo ahora son infrahumanas y tus perspectivas profesionales se han truncado como consecuencia de un sistema criminal en el poder, que desde el primer día entendió que necesitaba hambre, ignorancia y mediocridad para tener una sociedad controlada. Este régimen entendió, desde el principio, que tu profesionalismo para enseñar a pensar, tu habilidad para enseñar de creatividad y tu alegría eran su amenaza. Tú has sido su enemiga. Es una guerra.

Necesitas un sueldo digno, lo sabemos. Pero imagina que hoy te lo suban a 5 mil dólares. Aun así, no se solucionaría el problema. El problema no es solo tu sueldo: son las infraestructuras decadentes; el pensum deficiente; la desnutrición de tus estudiantes; las familias pobres y separadas; la poca producción de comida; los servicios públicos deplorables y que los muchachos necesitan para estudiar; la persecución a todo el que piensa distinto, cuestión que limita la capacidad de discernimiento de muchos jóvenes; la inseguridad, que hace peligrar la vida de todos; la ausencia en nuestra sociedad de ley y de ese orden que tú entiendes y que por eso me enseñaste. El problema es todo lo que generó el régimen para soportarse sobre la miseria. Sobre tu miseria. El problema es el régimen. Protestar por un sueldo ante un régimen criminal, con todo lo que te menciono, es como que un secuestrado proteste ante un secuestrador para que le dé mejor cena.

Inteligencia, riqueza, creatividad, felicidad, buena salud, plenitud y sentido de libertad son atributos que dotan autonomía a los individuos. Y todo eso los maestros como tú deben enseñar en la escuela, como tú me lo enseñaste. Ese es el sentido último de la educación: hacer responsable, capaz y poderosa a la gente para que, entre otras cosas, cuando venga alguien a pretender quitárselo, lo quite del camino. Yo sé que tú entiendes por qué, entonces, este régimen acabó con la educación.

Mi querida maestra: con mi amor y mi respeto, hoy apelo a tu inteligencia, a tu carácter, a tu excelencia. A todo eso que yo siempre vi en ti y que me guiaron a ser lo que soy hoy. A todo eso que hoy me lleva a escribirte esto. A tu valentía, que calqué de molde de tu personalidad; porque, como buena maestra, eres una líder. Tu lucha es más que justa y está más vigente que nunca. Luchemos juntos; pero luchemos de verdad, para lo que es y con los que son.

La lucha es por la libertad. Es cierto que nos han traicionado muchas veces, pero hoy estamos frente a la oportunidad –si canalizamos la fuerza hacia donde es- de renovar a esa conducción política traidora. Algo que es fundamental para que esa fuerza que tú representas y que hoy vivificas en la calle, no sea defraudada una vez más por unos cogollos tarifados. Luchemos por hacer de este país algo que se parezca a ti y a mí, a lo que aspiramos: ordenado, justo, unido, preparado, rico, feliz, culto, abierto. Un país libre. Luchemos juntos, por nada menos, mi querida maestra.

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